Prólogo
- Las brujas existen -le murmuraron en el oído. Y aunque lo decía con diversión, las palabras eran reales. Alexander solía bromear, y mucho, pero en esa ocasión lo decía enserio.
- No te creo -contestó Victoria, con una increíble terquedad.
Anthony la miró con los ojos entrecerrados. Ella no era así, tenía una mente abierta y dispuesta a escuchar todo.
- ¿Qué te pasa? Sabes que no estamos mintiendo. No te niegues a creerlo -le dijo, un tanto molesto.
- ¡Disculpa! Yo no soy estúpida y hace tiempo deje de creer en eso. La magia no existe.
- Tu misma lo viste, enana -le dijo Alexander. Recibió una mirada furiosa por parte de Anthony-, de acuerdo: Victoria. Lancé contra la pared a tu querido Tony sin tocarlo. ¿Qué otra explicación quieres?
Se quedó pensativa. Ninguna explicación, de hecho. Lo que vio valía más que mil palabras.
Durante todo ese tiempo que llevaba viviendo en Italia con esa familia tan peculiar había descubierto secretos sorprendentes y le parecían extraños, pero no hasta el punto de ser brujos.
- Bien, les creo -aceptó-, pero lo mejor será que me vaya de aquí, regresaré a España con mis papás, no quiero involucrarme con ustedes por ningún motivo.
- Te recomiendo que no te vayas, preciosa -el tonito que Alexander empleó fue ju-guetón y lleno de burla.
- ¿Por qué no me lo recomiendas?
- En primera: me extrañarás -Victoria puso los ojos en blanco-. En segundo: puede que te pasen cosas muy, muy raras.
- Él tiene razón -intervino Anthony, quién jamás mentía-. Tienes dieciséis, en unos meses diecisiete. Tus poderes regresarán a ti de nuevo.
- ¿Poderes? ¿Acaso te refieres a que yo soy…? -No completó la frase. El estomago se le revolvió de tan solo imaginar la perspectiva.
- Si. Eres bruja -le respondió su amigo.
- Y una demasiado sexy -agregó Alex, mirándola lascivamente y sin vergüenza. A pesar de la situación ella se sonrojó.
- ¡ESO ES IMPOSIBLE! -Gritó. Ella era rara, deprimente y hasta suicida, lo sabía, pero jamás se le pasó por la cabeza el hecho de tener algo que ver con magia y hechizos.
- No grites, Victoria. Déjanos explicarte. Todos aquí lo somos. Alexander, Stefan, Luisa, Charlie, John y yo. Somos poderosos, pero no tanto como tú. La luna te bendijo y… quieren matarte.